domingo, 16 de noviembre de 2008

Eugene O'Neill: El gran dios Brown, Extraño interludio, A Electra le sienta el luto



“Es el más imprevisible de los autores. Pasó, como August Strindberg, del naturalismo a lo simbólico y lo fantástico. Comprendió que el mejor instrumento que les ha sido dado a los hombres para renovar o innovar es la tradición, no servilmente remedada sino ramificada y enriquecida. Repitió en el dialecto de nuestro tiempo, y variando un poco los nombres, antiguas fábulas helénicas ya dramatizadas por Sófocles. Llevó a la escena la Balada del antiguo marinero, de Coleridge. En su Extraño interludio (1928) se oye primero lo que dicen los personajes; con una voz algo distinta, lo que secretamente estaban pensando. Siempre lo inquietaron las máscaras y las usó de una manera que no habían sospechado los griegos ni el teatro No. En El gran Dios Brown (1926) la viuda del protagonista, un sólido hombre de negocios americano, adora y besa el antifaz usado por él y se olvida del muerto. En El luto le sienta a Electra (1931) los rostros de los actores y la fachada de la gran casa de los Mannon tienen la rigidez de máscaras. El sentido alegórico importa menos que la gravitación de esos símbolos.” (del prólogo de J.L. Borges)

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